Lucas 22:14-20 NVI
14 Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15 Entonces les dijo:
—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16 pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios.
17 Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18 Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí.
20 De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes.
Quiero empezar destacando que Jesús nos muestra que cuando hace esta cena con sus discípulos, se encontraban en medio de una fiesta Judía, el lapso entre la fiesta de los Panes Sin Levadura y la Pascua.
La Pascua, representaba el momento en que Dios rescató a los israelitas de la esclavitud en Egipto. En medio de este proceso de liberación, hubieron plagas en Egipto, la última plaga fue la muerte, la cual se pasearía por el pueblo egipcio, pero Dios les dijo a los israelitas que sacrificaran un cordero y con la sangre de ese cordero pintaran encima de las puertas de su casa. Haciendo esto, cuando la muerte pase y mire la sangre en la puerta de las casas, sabrá que no puede tocar esa casa.
Esta era la celebración de la Pascua en ese entonces. Recordaban cómo Dios los rescató de Egipto. Pero Jesús, le dio otro sentido más profundo a esta celebración. La Pascua del antiguo testamento era sólo una sombra de la pascua que se cumpliría en Cristo. Jesús, representa el cordero de Dios que fue sacrificado por cada uno de nosotros y a través de su sangre fuimos liberados de la muerte. ¡Somos libres en Jesús!
Ahora, cuando celebramos la cena del Señor, ya no recordamos cuando el Señor rescató a Israel de Egipto, sino, celebramos el sacrificio de Jesús que nos liberó del pecado, la muerte, la corrupción y nos ha permitido entrar en una relación con Él.
Si lo piensas bien, la Cena del Señor nos hace poner la mirada en Jesús, nos recuerda que Jesús volverá, nos recuerda lo que Cristo hizo por nosotros. La Cena del Señor es la mayor expresión que Cristo tuvo por la Iglesia. Hoy estamos haciendo memoria de Jesús, en este tiempo de cuarentena es como que Dios ha estado redireccionando la mirada de nuestra Iglesia.
El pan representa el cuerpo y el vino la sangre de Jesús. Isaías 53:5 es una profecía que nos hace recordar cómo Jesús fue golpeado y azotado para que nosotros podamos estar en paz con Dios, y también para que podamos ser sanados. El pan, el cuerpo de Cristo, representa que todos los pecados de la humanidad fueron transferidos al cuerpo de Jesús, para que hoy podamos ser libres, vencer el pecado y ser sanados. Este pan representa que el pecado perdió su poder sobre nosotros.
Cuando leemos a profundidad las escrituras, nos damos cuenta que tomar el pan y beber el vino, más que un mero simbolismo, tiene un efecto y bendición espiritual sobre nuestras vidas. Podemos recibir sanidad emocional y física. Esto es lo que representa el pan, el cuerpo de Jesús.
Efesios 1:7 dice que compró nuestra libertad con sangre. Nuestras vidas fueron compradas con lo más valioso, la sangre de Jesús. Nadie puede pagar un precio más alto. Fuimos comprados a precio de sangre. La sangre de Jesús nos recuerda que ya fuimos perdonados de todos nuestros pecados.
La Cena del Señor dentro de la iglesia se convirtió en un acto de condenación en lugar de un acto que representa la gracia y el amor de Dios en nuestras vidas. 1 Corintios 11, es un pasaje que históricamente se ha tomado para convertir la bendición de la Cena del Señor en una maldición. Este pasaje se ha enseñado de la siguiente manera: Si has pecado, eres indigno de tomar la Cena del Señor, si la comes en pecado te vas a morir.
Pero si pensamos así, creamos una cultura de creernos dignos según nuestras obras. Estaríamos convirtiendo el sacrificio de Cristo en algo que se puede comprar o lograr a través de las obras. Perdemos la esencia de la gracia de Dios. No podemos medir la dignidad de tomar la Cena del Señor en qué tanto me estoy esforzando en mis obras. Si el pecado fuera lo que determina nuestra dignidad de tomar o no tomar la Cena del Señor, todos seríamos indignos. Pero la gracia de Cristo nos perdonó y nos permite tomar de su cuerpo y su sangre. La Cena del Señor no te condena, sino, te recuerda la gracia de Dios sobre tu vida.
Pero y entonces, ¿Qué significa tomar indignamente la Cena del Señor?
Originalmente, la Cena del Señor que hacía la iglesia primitiva no era un acto mística con un pedacito de pan y un poquito de jugo. Más bien, la Cena del Señor que hacía la iglesia primitiva era una especia de "fiesta de traje", donde todas las familias se reunían y llevaban comida para compartir entre todos.
Entonces, Pablo se refería a comer indignamente la Cena del Señor cuando familias ricas llevaban muchísima comida y se sentaban con familias de escasos recursos, y en lugar de compartir con los pobres, las familias ricas se comían todo lo suyo. Esto es lo que Pablo dijo: No disciernen el cuerpo. No discernir el cuerpo es no mirar la necesidad de mi hermano. Tomar dignamente la Cena del Señor es reconocer a mi prójimo y saber que estoy compartiendo con otros.
Tomar indignamente la Cena del Señor, es no darle importancia y no entender la bendición que significa compartir este tiempo. La mala interpretación de la palabra nos ha limitado por mucho tiempo de aquello que Jesús nos regaló. Muchas veces participamos de la Cena del Señor como algo casual, pero a partir de hoy MRF, haremos de esto una fiesta en honor a Jesús. Cuando regresemos a la iglesia, haremos una fiesta de traje, celebraremos lo que Cristo ya hizo por nosotros. Dios quiere que podamos tener la revelación de lo que Jesús hizo por nosotros.
CONÓCEME MEJOR.
PROFUNDICEMOS EN EL MENSAJE
OREMOS CONFORME AL MENSAJE
Padre, hoy oramos que al comer este pan, tus hijos empiezan a recibir reconciliación unos con otros, recobran paz y esperanza en ti. Declaramos que enfermedades físicas y emocionales empiezan a ser sanadas en el nombre de Jesús. En tu cuerpo fueron llevadas todos estas enfermedades. ¡Soy sano en el nombre de Jesús! Tu quitas toda condenación y acusación porque tu sangre lavó nuestros pecados.
RETO DE LA SEMANA
Parte 1
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